Saluda del Director Espiritual

¡OBEDIENTE HASTA LA MUERTE! 

Nunca me habría dado cuenta, ni me habría percatado de tan bestial misterio de amor el sucedido minutos antes de su crucifixión, si el Señor no me hubiera concedido la gracia de ser, por un breve periodo de tiempo, párroco de San Vicente de Paúl y por ende, director espiritual de nuestra Corporación Carmelita. ¡Y mira que yo soy de meditar la Palabra!, pero es que son tan impactantes todos los otros momentos de su Pasión que este pasa casi inadvertido. Prácticamente sólo los cofrades, los que estáis familiarizados con el misterio de la Humildad y Paciencia, sabéis lo que significa parar el tiempo en mitad del suplicio para contemplar al mismísimo Hijo de Dios digerir su entrega con tan serena determinación.

A mí se me para el tiempo, el universo e incluso el latir del corazón cada vez que al mirarlo me hago consciente de lo que supuso aquel momento. Viniendo de donde viene y habiendo sufrido ya tanto, lo despojan y aparcan sobre una piedra del Gólgota, mientras preparan la cruz para ensañarse con Él hasta el final. Cuanto le rodea ya lo sabemos por los evangelios y por el imaginario de las representaciones: crueldad, saña, burla, brutalidad, tentación, indiferencia, venganza, abandono, soledad… Pero hay algo que sólo podemos entender mirándolo a Él, o casi más bien, dejándonos mirar por Él; nosotros desde abajo, muy cerquita, buscando sus ojos entre lágrimas mientras nos aislamos de todo lo demás. Él desde lo alto, desnudo de ropajes, sólo envuelto de Dios, nos muestra la esencia del misterio de amor por su forma tan humilde y paciente de sumergirse en él. No es amor superficial que se queda en expresiones poéticas, es amor hasta la encarnadura hecha jirones, es la última gota del cáliz de la obediencia bebida dolorosa, oblativa, pausadamente.

En ese momento podemos preguntarnos qué pasaría por su cabeza. ¿Pasaría por pedir auxilio al Padre para que lo asistiera o liberara con un ejército de ángeles? ¿Pasaría por tirar de gracia y poder para acabar Él mismo con todos aquellos verdugos? No parece que la violencia estuviera entre sus pensamientos, ni la venganza, ni ningún otro subterfugio que lo pudiera liberar de tan temido desenlace final. Porque siempre fue coherente con su mensaje, con sus valores; siempre vivió lo que predicaba y siempre dio ejemplo de asumir las consecuencias de sus actos. Aquello no fue una encerrona en la que cayó ingenuamente, sino que, decidido, optó por no traicionar sus valores aunque Él si fuera abandonado por todos aquellos que decían amarle. Los discípulos los primeros, y también por sus seguidores, por todos aquellos a los que sostuvo, levantó, curó, alimentó e incluso resucitó. Siempre fue obediente a la voluntad del Padre y en esta ocasión fue obediente hasta la muerte.
D. Ángel Antonio Chacón López

Cuando recogido dentro de sí mismo, sentado en su frío trono de pizarra es invadido por tu presencia que lo busca, entonces si te dejas alcanzar por su mirada… ya estás perdido. Impactado, sabes que aquel sacrificio fue por amor a ti. Como si el tiempo no contara y todo o todos los demás no existieran. Como si tú fueras el único ser en el universo interior de tu Dios y todo Él, todo su amor, todo su dolor fueran sólo por ti, para salvarte a ti, para redimirte. Él te ofrece con su ejemplo y entrega esa vida nueva que tanto anhelas. La gota de sangre que a punto de caer de los mechones de sus cabellos te está destinada, lavará tu vida del pecado igual que aquella otra gota lavó la de Adán. Sus lágrimas escondidas en las comisuras de sus ojos a punto de ser ofrecidas son las que limpiarán tu alma y te harán nacer al gran misterio de convertirte en hijo de Dios. No hay lugar mejor donde habitar que donde su mirada de amor pueda alcanzarte. No es más que bajo su testa donde entiendes aquello de habitar en el umbral de su presencia: lugar dulce como la miel que el fiel ya no puede abandonar.

El misterio del Cristo de la Humildad y Paciencia no sólo despliega la visión de su amor interiorizado sino que lo hace en el marco del modo, con el subrayado del estilo, en la sensibilidad de las formas. Es el grito callado en la soledad sonora, es la oración hacia abajo. Es Jesús quien te ruega que le dejes morir por ti.

Por favor, ¡por amor de Dios!, déjate empapar por su sudor, por sus lágrimas y sangre. Adora la expuesta carne de Cristo apenas velada por su rasgada piel para que aprendas de una vez por todas lo que significa creer. Creer es saber y sentir que Dios te ama, con Pasión, hasta la locura. Y todo ello es expresado en la serenidad de la humildad, como un sencillo ofrecimiento que te da la oportunidad de tomarlo o no, de beberlo o no, de empaparte o despreciar. Jesús se nos ofrece, no se impone. Él quiere que lo hagas tuyo y por ello te ofrece su vida. El resto ya sólo de ti depende.

Todo lo cerca que la dejaran debía de andar su bendita Madre con las entrañas contraídas y el corazón traspasado, aparentemente de pié aunque con el alma desmayada. Su rostro es de dolorosa, aunque si la miras bien también a ella la percibes serena, como a su hijo, siendo momentos tan difíciles de asumir. Quieta, se movería entre el dolor y la esperanza, entre la plegaria y su docilidad para introducirse en los misterios de Dios sin pedir nada, sin exigir nada, ni reclamar nada. Si en la anunciación quedó turbada y sobrepasada, sin saber bien ni el qué ni el modo de cómo sucedería lo que el ángel le dijera, ahora todo sería aún más desconcertante para ella y en aquella oscuridad todo estaría muy necesitado de recia fe para meditar y entender lo que sus inundados ojos no querrían acabar de saber.

Siempre sus pasos fueron tras los de su hijo, sus desgarros fueron los del Cristo, sus dolores tan interiores como las entrañas en las que se gestó, y ahora, cada vez mas secas y encogidas van quedando traspasadas por la profética espada de dolor. Porque ¿qué le pueden hacer a Él que ella no sienta?, ¿qué puede Él sufrir que ella no padezca? ¿Los flagelos, las caídas y sus golpetazos acaso le son ajenos? Sin embargo su amor es fuente para María e incluso ahora, no le pasa desapercibido. Ella percibe la paz en la que Jesucristo se instala y el amor que en sangre empapa la piedra del suplicio. Jesús es la imagen del abandono confiado en las manos del que tantas veces hizo de nuestra desastrosa historia, Historia de Salvación. Es ese abandono en Dios precisamente lo que a ella la baña y le ancla de esperanza en el Altísimo. Dios nunca defrauda. Sorprende, desconcierta, te sobrepasa, pero nunca defrauda. María sabe que es ahora su hijo quien está gritando por dentro «hágase», igual que ella aprendiera a decir al principio de esta historia. ¡Bendita humildad la del Siervo de Dios y la de su esclava!

Querido hermano o hermana, me dirijo a ti porque si eres de los que te asomaste a su mirada, sé del vértigo que sentiste ese día. Seguramente fue muy cerquita y a media luz cuando su mirada te alcanzó y sus lágrimas brillaron en tus ojos. Una de sus espinas también a ti te traspasó y aún sin pretenderlo ya te hiciste de los nuestros. Seas bienvenido. Pasa, déjate alcanzar una vez más. Vente con nosotros a caminar en el día a día de la Hermandad, para sufrir juntos nuestra durísima estación de penitencia, para acostumbrar a tu alma a prescindir de promesas banales, para esponjar de vida tu existencia bebiendo las esencias de la fuente de la gracia. Te prometo que llorarás, que te emocionarás, que te sentirás vivo y lleno y pleno. También te prometo que durante el resto del año reirás y bailarás y saltarás y tu corazón habitará en un latir diferente, sin igual. En esta Hermandad todo lo vivimos muy intensamente.

Querida hermana o hermano, si aún eres de los que no conoces el abismo, corre, no te detengas. Ven despojado de ti el próximo día en que le preparemos el culto en nuestra sede de San Vicente de Paúl. La albacería de la Hermandad volverá a hacer el milagro de bajarlo y en una mezcla de gozo por tocarlo y de dolor por ser ellos esta vez los que lo dejarán varado sobre su trono de piedra, te ofrecerán la oportunidad de revivir para ti aquel viernes santo en que podrás contemplarlo. Busca su mirada y desnúdale tu alma. Ya verás. No insisto más.

Todos los que queráis venir y uniros a nuestra familia sed bienvenidos si venís a beber del misterio, a aportar lo mejor de vosotros mismos, a caminar con este grupo de hermanos y hermanas que, conscientes de nuestra debilidad y necesitados profundamente de Dios, lo encontramos recorriendo sus mismos pasos de amor y entrega. Aquí queremos cuidar la fe, el amor y la hermandad, entendida ésta no sólo como institución (Hermandad), sino como familia, como fraternidad, como Corporación. Eso supone sumar, aportar, cuidando el estilo y los modos; significa cuidar los medios, sin aferrarnos a la consecución de los objetivos si para ello tuviéramos que pasar por encima de algún hermano. Porque en eso consiste también la humildad. Aquí el hermano es tan importante como Dios, porque a Dios se le encuentra en él. Juntos caminamos, con mucha alegría, con un riquísimo equipo humano entramado en el barrio. Ese, junto con nuestros Sagrados Titulares son nuestros tesoros más preciados.

Que ella, María Santísima de Dolores y Esperanza, la primera que vino al barrio te bendiga y te conceda caminar a su lado.

Ángel Antonio Chacón López
Director Espiritual

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